Lo mejor es la tumba, que se cree que es la última morada de San Pedro, situada bajo la basílica.
Lo mejor es la tumba, que se cree que es la última morada de San Pedro, situada bajo la basílica.
Conocido como uno de los doce apóstoles de Jesucristo y el primer Papa de la Iglesia Católica, el martirio y entierro de San Pedro cerca de la Necrópolis Vaticana estableció el lugar como un importante destino de peregrinación para los cristianos. Su liderazgo y sacrificio han hecho de su lugar de descanso un punto focal de la fe y la tradición cristianas, y su tumba sigue siendo un poderoso símbolo de la Iglesia cristiana temprana.
Durante su reinado a mediados del siglo I d.C., el emperador Nerón persiguió infamemente a los cristianos, convirtiéndolos en chivos expiatorios de un devastador incendio que asoló Roma en el año 64 d.C. Entre los perseguidos estaba San Pedro, que fue crucificado cabeza abajo, al parecer a petición propia para evitar ser crucificado de la misma manera que Jesús. San Pedro fue enterrado cerca del lugar de su ejecución, que más tarde se convertiría en una ubicación central de la veneración cristiana.
Reconociendo la importancia del lugar donde estaba enterrado San Pedro, el emperador Constantino I ordenó la construcción de una gran basílica hacia el año 326 d.C. para honrar al apóstol y conmemorar su muerte. Esta basílica se construyó directamente sobre la tumba de San Pedro en la Necrópolis Vaticana, marcando el lugar como un sitio de inmensa importancia religiosa y asegurando su conservación para las generaciones futuras.
Tras el derrumbamiento de la basílica original construida por Constantino, el Papa Julio II inició la construcción de una nueva Basílica de San Pedro más grande a principios del siglo XVI. Su objetivo era preservar la santidad de la sepultura de San Pedro y garantizar que la Basílica siguiera siendo un espacio monumental y sagrado para la Iglesia católica.
El célebre artista y arquitecto Miguel Ángel diseñó la cúpula de la nueva Basílica de San Pedro para que se situara directamente sobre la tumba del apóstol. Esta elección arquitectónica resaltó lo mejor del lugar central de la tumba en la basílica y subrayó su importancia en el diseño general de la iglesia, reflejando la profunda reverencia que se profesaba a San Pedro.
El célebre arquitecto y escultor Gian Lorenzo Bernini desempeñó un papel crucial en el diseño y la decoración de la nueva Basílica de San Pedro. Su creación del Baldacchino, un grandioso baldaquino de bronce que se alza sobre la tumba de San Pedro, resalta lo mejor del lugar. El trabajo de Bernini, incluido el diseño de las cuatro enormes columnas de la Basílica, subrayó el papel central de la tumba en la arquitectura de la iglesia y su importancia espiritual.
A principios del siglo XX, el Papa Pío XI expresó su deseo de ser enterrado junto a la tumba de San Pedro, lo que aumentó aún más el prestigio del lugar. Esto dio lugar a extensas excavaciones y descubrimientos en la Necrópolis Vaticana, ya que la zona se convirtió en un destacado lugar de enterramiento para muchos Papas y figuras importantes. Su deseo y las excavaciones posteriores subrayaron la importancia perdurable de la tumba en la historia de la iglesia católica.
Sacerdote católico y erudito, Ludwig Kaas desempeñó un papel clave en el descubrimiento de importantes reliquias durante las excavaciones en la Necrópolis Vaticana. Su descubrimiento de estas reliquias, que se creía que pertenecían a San Pedro, aumentó el peso histórico y espiritual del lugar. Las reliquias, inicialmente depositadas en otro lugar para su custodia, fueron encontradas más tarde y devueltas a la Iglesia, reforzando la creencia en su conexión con el apóstol.
El Papa Pablo VI, que dirigió la iglesia católica a mediados del siglo XX, desempeñó un papel decisivo al confirmar la identificación de los huesos descubiertos en la necrópolis como los de San Pedro. El anuncio público de este hallazgo reafirmó la importancia de la tumba y consolidó su condición de lugar central de veneración cristiana.
La tumba en sí es relativamente sencilla, y consiste en un nicho funerario liso y rectangular. Sobre la tumba hay inscripciones y una losa de mármol con una inscripción en latín que dice «Pedro está aquí», que fue colocada allí por el Papa Pablo VI en 1968.
Debes dedicar entre 30 y 45 minutos a tu visita a la tumba de San Pedro. Este tiempo incluye el tour por la Necrópolis Vaticana, donde se encuentra la tumba. El tour suele consistir en un paseo guiado por los enterramientos subterráneos, que ofrece una visión de la historia de los primeros cristianos y del significado de la tumba de San Pedro.
Reservar entradas con antelación es esencial para visitar la tumba de San Pedro, ya que los tours no suelen estar disponibles el día de tu visita. Debido a la gran demanda y a la disponibilidad limitada, es aconsejable reservar con al menos un mes de antelación.
La fotografía y la filmación están estrictamente prohibidas en la tumba de San Pedro para mantener la santidad y la conservación del lugar.
El momento ideal para visitar la tumba de San Pedro es temprano por la mañana o a última hora de la tarde, para evitar las horas de mayor afluencia turística. Programar tu visita durante las horas menos concurridas puede proporcionarte una experiencia más serena y reflexiva.
Aunque hay pruebas sólidas que apoyan que la tumba es realmente la de San Pedro, la identificación se basa en factores históricos, arqueológicos y basados en la tradición. El Vaticano y muchos eruditos creen que es la tumba de San Pedro, pero la prueba definitiva sigue siendo una cuestión de fe y de interpretación de las pruebas.